viernes, 29 de agosto de 2008


Mi vida con Max

Cuenta esa historia, dijo Cristina Rivera Garza y tu vida cambiará. Fue un encuentro casual por la calle, durante el cual fui presentado como el salvador de Max. ¿Quién es Max?

Al principio de esta historia estoy en mi banca preferida del parque, esperando que me brote una idea, pero en vez de eso hay un ave ahogándose en el lago artificial de los patos. Al principio es el desconcierto de un Ícaro hundido ya a medias en el agua, como en el cuadro de Brueghel, en el que la tragedia del protagonista pasa desapercibida en medio de aquel anchuroso paisaje. Era la llamada a escena. La primera llamada. Me resistí, pero fue obligado ante el desinterés de la gente, de los que dan pan a los patos, de los que corren, de las mamás con carreolas, de los encuestadores. No había cómo eludir la llamada. Me acerqué a la orilla y miré un ave que intentaba trepar con su pico la barda. Imposible, nunca lo lograría con las alas mojadas. No podía ser un pequeño pato, no era una paloma.

Aunque también la historia puede comenzar con el llanto de Max después de que le inyectan cortisona en el pecho, como escena de Pulp Fiction, y él abre los ojos desaforadamente, después de estar desmayado. Luego de ese llanto no hay vuelta atrás.

Max, el que resucita salido de las aguas, el ave que renace en el agua...


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