jueves, 29 de mayo de 2008


Andrés Acosta
en el ciclo de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA:

Guías de lectura


Centro de Lectura Condesa
jueves 5 de junio 2008
17:00 hrs

Nuevo León 91, colonia Condesa.
México, D.F. CP 06140
Teléfonos: 5553 5268 y 5553 5269
Correo electrónico: cnl.clc@correo.inba.gob.mx



miércoles, 7 de mayo de 2008


Leer novelas para escapar del tiempo
(o por qué la novela no está en crisis)

Se sabe que el relato épico y la novela, como los demás géneros literarios, prolongan en otro plano y con otros fines la narración mitológica. En ambos casos se trata de contar una historia significativa, de relatar una serie de acontecimientos dramáticos que tuvieron lugar en un pasado más o menos fabuloso. Sería inútil recordar el largo y complejo proceso que transformó la "materia mitológica" en "tema" de narrativa épica. Lo que hay que subrayar es que la prosa narrativa, la novela especialmente, ha ocupado, en las sociedades modernas, el lugar que tenía la recitación de los mitos y de los cuentos en las sociedades tradicionales y populares. Aún más: es posible desentrañar la estructura "mítica" de ciertas novelas modernas, se puede demostrar la supervivencia literaria de los grandes temas y de los personajes mitológicos. (Esto se verifica, ante todo, para el tema iniciático, el tema de las pruebas del héroe-redentor y sus combates contra los monstruos, las mitologías de la mujer y de la riqueza.) En esta perspectiva podría decirse que la pasión moderna por las novelas traiciona el deseo de oír el mayor número posible de "historias mitológicas" desacralizadas o simplemente disfrazadas bajo formas "profanas".

Otro hecho significativo: la necesidad de leer "historias" y narraciones que podrían llamarse paradigmáticas, puesto que se desarrollan según un modelo tradicional. Cualquiera que sea la gravedad de la crisis actual de la novela, es incuestionable que la necesidad de introducirse en universos "extranjeros" y de seguir las peripecias de una "historia" parece consustancial a la condición humana y, por consiguiente, irreductible. Hay en ella una exigencia difícil de definir, a la vez deseo de comunicarse con los "otros", las esperanzas, y deseo de enterarse de lo que ha podido pasar. Difícilmente se puede concebir un ser humano que no sienta la fascinación del "relato", de la narración de acontecimientos significativos, de lo que ha sucedido a hombres provistos de la "doble realidad" de los personajes literarios (que a la vez reflejan la realidad histórica y psicológica de los miembros de una sociedad moderna y disponen del poder mágico de una creación imaginaria).

Pero la "salida del tiempo" operada por la lectura -particularmente la lectura de novelas- es lo que acerca más la función de la literatura a la de las mitologías. El tiempo que se "vive" al leer una novela no es sin duda el que se reintegra, en una sociedad tradicional, al escuchar un mito. Pero, tanto en un caso como en otro, se "sale" del tiempo histórico y personal y se sumerge uno en un tiempo fabuloso, transhistórico. El lector se enfrenta a un tiempo extranjero, imaginario, cuyos ritmos varían indefinidamente, pues cada relato tiene su propio tiempo, específico y exclusivo. La novela no tiene acceso al tiempo primordial de los mitos, pero, en la medida en que narra una historia verosímil, el novelista utiliza un tiempo aparentemente histórico y, sin embargo, condensado o dilatado, un tiempo que dispone de todas las libertades de los mundos imaginarios.

Se adivina en la literatura, de una manera aún más fuerte que en las otras artes, una rebelión contra el tiempo histórico, el deseo de acceder a otros ritmos temporales que no sean aquel en el que se está obligado a vivir y a trabajar. Uno se pregunta si este deseo de trascender su propio tiempo -personal e histórico- y de sumergirse en un tiempo "extranjero", ya sea extático o imaginario, se extirpará alguna vez. Mientras subsista este deseo, puede decirse que el hombre moderno conserva aún al menos ciertos residuos de un "comportamiento mitológico". Las huellas de tal comportamiento mitológico se vislumbran también en el deseo de recobrar la intensidad con la que se ha vivido, o conocido, una cosa por primera vez; de recuperar el pasado lejano, la época beatífica de los "comienzos".

Como sería de esperar, es siempre la misma lucha contra el tiempo, la misma esperanza de librarse del peso del "tiempo muerto", del tiempo de aplasta y mata.

Mircea Eliade