lunes, 7 de julio de 2008


Escribir novela, escribir cuento; contar historias, según Bashevis

Cuando escribes una novela, no importa cuánto se haya planeado, nunca trabajas de acuerdo con el plan original, porque una vez que escribes el primer capítulo o la primera página dejas de ser el propietario del asunto. Los héroes, la situación misma se encargan de las consecuencias y así sucesivamente.
En un cuento es más fácil tener un plan y escribir de acuerdo con él, pero incluso en el cuento no puedes hacer lo que te venga en gana. Aun en el cuento los personajes tienen sus propias vidas y su propia lógica, y debes actuar conforme a eso. La idea misma de que uno ha hecho algo bien (digamos que escribiste un ensayo o un cuento y lo lees y piensas, “es exactamente lo que quería escribir”), es un placer que no puedo definir y que no tiene que definirse, es tan profundo como cualquier otra emoción.
Shakespeare nunca escribió una obra de 800 páginas porque conocía el teatro y sabía que un hombre que va al teatro sólo cuenta con dos horas. No puede sentarse durante tres días y tres noches. Lo mismo pasa con las novelas y los poemas. Estamos en contacto con quien consume el arte, y debemos recordarlo. Cuando un escritor decide “al diablo con el lector”, “yo escribo para mi cajón”, termina escribiendo para el cajón. La longitud de una novela no es una limitación. Está en la naturaleza de las cosas. No vas a hacer una silla alta hasta el techo o una mesa que cuelgue de la pared. Debe ser útil. Esto se aplica también a la literatura y todas las artes. Si no se le puede utilizar, deja de ser arte para convertirse en un juego.
La gente aún escucha historias en la radio y la televisión. Hoy leí un cuento a unas 200 personas y me escucharon. El hecho de que a la gente le guste escuchar un cuento prueba que este antiguo arte de contar una historia está lejos de morir. Aun cuando la gente “lee” un cuento, en realidad “escucha” un cuento. En cuanto al entretenimiento, yo diría que la ambición de un escritor debería ser entretener a lo mejor de su generación. Un escritor menor es alguien que sólo puede entretener a las masas. En la época de Shakespeare, la gente que acudía al Theatre Globe era la nobleza, la gente culta, y por eso entretuvo a la mejor gente de todos los tiempos. Si hubiera pensado que Hamlet era una obra aburrida, no la habría escrito. Esto es válido para todos los buenos escritores. Piensan siempre en el lector. Lo respetan y no lo ignoran.
Si un escritor tiene algo que contar, si se trata de una buena historia y siente pasión por escribirla, no debe preocuparse demasiado por el simbolismo, ya que una buena historia es siempre simbólica. Al leer las historias de la Biblia no sentimos que el escritor haya tratado de crear historias simbólicas. Simplemente cuenta la historia de Adán y Eva, y la de Jacobo y Raquel, y de algún modo todos son simbólicos. Pero si un escritor se sienta con la idea de “escribir simbolismo”, fracasará. Los símbolos, por lo general, se anulan entre sí. Si escribes diez símbolos, uno se opondrá al otro y el resultado será nada. Así que lo mejor es: cuenta una historia o escribe una obra de teatro y el símbolo estará ahí de todas maneras. O bien: si tú no lo encuentras, siempre habrá un crítico que lo haga por ti.
Empleo dos tipos de narradores. O soy yo mismo el narrador, o es una anciana. Porque cuando quiero contar cuentos relacionados con el folklor, siempre dejo que una anciana cuente la historia. ¿Por qué me gustan los narradores? Existe una buena razón: porque cuando escribo una historia sin narrador tengo que describir cosas, mientras que si el narrador es una mujer, ella puede decir muchas cosas en una sola frase. En la vida, cuando te sientas a contar una historia no actúas como escritor, no describes demasiado. Saltas, divagas, y esto le da a la historia velocidad e intensidad dramática.
Cuando me siento a escribir una historia sé que va a ser un cuento y no una novela, creo que no soy una excepción a este respecto. Porque uno escribe de una manera un cuento y de otra una novela. Cuando el personaje de mi cuento “Un amigo de Kafka”, Bamberg, dice que ninguna novela debería ser más larga que La guerra y la paz, hay mucho de cierto en ello. Claro, podría surgir algún genio con una novela doblemente larga, y si cada página fuera interesante, no nos quejaríamos. Nunca nos quejaríamos. Nunca nos quejamos si es bueno e interesante. Pero posiblemente una novela tan larga sea tediosa y cansada incluso para los mejores lectores.
Cuando construyes una casa para dos personas no construyes una mansión de dos mil habitaciones a menos que seas un dictador. La medida y la longitud son cuestiones importantes. Así como un sastre no te cortará un saco para un hombre de dos metros si tú mides uno y medio. Lo mismo pasa con un escritor. Tienes que tener, más o menos, una idea de qué tanto quiere decir. No puedes dejar la pluma completamente libre, y esto no significa que yo me oponga a la libertad. No dirías de un sastre que corta un traje a la medida que es un esclavo; el objeto lo limita al igual que a nosotros. No le estamos hablando a las paredes; le estamos hablando a seres humanos, y sabemos que su paciencia tiene un límite.
El único consejo que puedo dar al lector es: nunca leas un libro porque un crítico te dijo que lo leyeras o porque está de moda. Si lees un libro y no te gusta, ciérralo y olvídate de él. Ese es mi consejo al lector. Leer porque está de moda o porque te lo recomendaron es lo que yo llamo una lectura obligada: nunca es buena.
Considero que existe un gran problema en las universidades y en las escuelas donde obligan a las personas a leer. Mi hermano siempre me decía algo que me sigo repitiendo. Un escritor debe contar una historia, no explicar una historia. En otras palabras, juntas a un muchacho y una muchacha y dices que se enamoraron. No intento explicarle al lector por qué se enamoran un hombre y una mujer. En primer lugar es inexplicable; en segundo, si pudiera explicarse, el lector es tan inteligente como el escritor: conoce la vida, se ha enamorado y no necesita explicaciones.
La interpretación se ha convertido en una grave enfermedad de la literatura moderna, que ha hecho mucho daño. En el siglo XIX el escritor no explicaba. Balzac sabía que el lector francés sabía tanto como él. En el siglo XIX todos eran cuentistas. Por eso la literatura era tan buena en el siglo pasado y es tan mala en la segunda mitad del XX. Los escritores tratan de explicar a sus héroes, ya sea desde un punto de vista psicológico o sociológico. Yo les llamo “psicologizadores” y “sociologizadores”. Y esto no es bueno para la literatura. Su esencia debe ser la narración. Me lleva varias sentadas escribir un cuento. A veces, no siempre, lo reescribo. La inspiración me llega de uno de mis pequeños cuadernos de espiral donde anoto ideas. Si escucho una buena idea, la escribo en el cuaderno y luego puedo trasponerla a una aldea polaca de hace cincuenta años. Generalmente no la uso si no puedo introducir lo sobrenatural. Si un escritor está demasiado feliz con lo que escribe, algo está mal. Un escritor verdadero siente que no hizo lo suficiente. Por esta razón tiene la ambición de reescribir, publicar cosas y demás. Los malos escritores están muy felices con lo que hacen. Parecen siempre sorprendidos de lo buenos que son. Yo diría que un escritor verdadero se da cuenta de que perdió un montón de oportunidades.
Pertenezco a una tribu antigua y sé que la literatura florece mejor si se basa en las esperanzas atemporales y en las ilusiones. La literatura debe ocuparse del pasado, en lugar de planificar el futuro. Debe describir sucesos, no analizar ideas; su tema es el individuo, no las masas. Debe ser un arte, y no pretender ser una ciencia.
Issac Bashevis Singer


4 comentarios:

Blog Punto de Partida y en Línea dijo...

Muy cierto lo dicho por Bashevis, sobre todo el hecho de que nunca se debe dejar de sentir pasíón por lo que se hace, si no se caería en lo común y en el sin sentido.
Espero que tú nunca pierdas esa pasión, ya que siempre es muy grato leer textos que en verdad tocan el alma.

Monica Ortiz Aguilar

Yo dijo...

Hola, Mónica, gracias por tu amable comentario sobre lo que dice Bashevis. Coincido contigo: leer y escribir le dan sentido a las cosas. Leer a Basehvis es encontrar mucho sentido.

saludos

Diego Fonseca dijo...

Belleza de txt.
Saludos, Andrés

Yo dijo...

Así es, Diego, unas pocas palabras del admirado Bashevis dicen muchas cosas.

Un abrazo.