jueves, 10 de septiembre de 2009


De justicia, secuestros aéreos y simulacros

El Doctor Simulacro fue el poeta de los maniquíes, como lo calificaron en el reportaje extenso que una revista política le dedicó al ser nombrado el hombre del año. El doctor apareció fotografiado con su impecable traje negro y los brazos cruzados, en medio de un grupo de maniquíes dispuestos en posturas que revelaban maleabilidad, sumisión incondicional ante la eminencia. Su imagen dio la vuelta al mundo en un instante y lo convirtió en un personaje polémico: El Doctor Simulacro: ¿profeta de una nueva forma de impartir justicia… o de imponerla? Y en efecto, cuando él reconstruía los hechos por medio de actores y maniquíes improvisados cual oráculo que desvelaba la verdad oculta, el modo de operar, los procedimientos más minuciosos del asesino, el doctor se convertía en dueño y señor de un universo paralelo en el que la metáfora se colocaba por encima de la realidad. El doctor era capaz de restregarnos en plena cara un modelo depurado, limpio, tan limpio que producía una epifanía en el espectador: ¡Pero claro, ese maldito fue quien violó a la niña; si lo estoy viendo con mis propios ojos!, y era entonces cuando cualquier persona advertía la culpabilidad del presunto, del sospechoso, en el único país donde se es culpable mientras no se demuestre lo contrario. El doctor llegó a perfeccionar tanto sus modelos que consiguió casi todo lo que quiso por medio de ellos: su programa se elevó al primer sitio de popularidad al tiempo que resolvía los casos más enredados exhibiendo siempre al culpable de manera categórica. Por fin una puesta en escena poseía utilidad concreta: combatir el delito con la eficacia de la cual careció la criminología desde el principio. ¿Para qué esforzarse en medir cráneos y observar las orejas de los delincuentes si podíamos probar su culpabilidad mediante una representación? Todo aquel fiscal que ambicionara que sus acusaciones fueran tomadas en serio debía tener probadas dotes de director de escena: nunca antes las artes escénicas sirvieron para inculpar a tanto criminal renegado.

Doctor Simulacro

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