Lamia
Universalidad de la figura del vampiro
Los vampiros, con nombres diversos, se hallan en las tradiciones griega, china, árabe, hindú, etc., mostrando la universalidad de su figura. En la Mesopotamia del año 2300 antes de Jesucristo circulaba ya un demonio chupador de sangre llamado Akakarm. Los griegos designaron a estos personajes lamias. Frazer, en La rama dorada, relata numerosos ritos relacionados con prácticas vampíricas. Así, en Grecia, en la India y en Indonesia la succión de sangre de ciertos animales sacrificados producía un estado de inspiración clarividente, mientras que los «sacerdotes fetiches» de Loango, que padecían severos tabúes alimenticios, podían en cambio beber sangre fresca y los aborígenes australianos se cortaban y vertían su sangre en las tumbas de sus amigos para ayudarles a renacer. Es fama que Faustina, la esposa del emperador Marco Antonio, bebía la sangre de gladiadores moribundos para asegurar su fertilidad. En algunos países los guerreros bebían la sangre de los enemigos muertos en el campo de batalla para fortalecerse, según una creencia caníbal muy común que pretendía que la ingesta de sangre o carne de una persona permitía apropiarse de los atributos vitales del muerto. En algunas culturas médicas del pasado se creyó que los epilépticos podían curarse si bebían sangre de un criminal decapitado. Los aztecas ofrecían el corazón sangrante de sus víctimas a sus dioses y derramaban su sangre en la cabeza de sus ídolos, para complacerles, y en once cuentos de Las mil y una noches aparecen vampiros de ambos sexos. Este mito dionisiaco y multifacético sería luego reciclado por el temor satánico que habita en el pathos cristiano.
Roman Gubern / Máscaras de la ficción
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